domingo, 12 de octubre de 2014

Chile en el mundo cartonero

Si bien solo once años han transcurrido desde su invención en Argentina en 2003, la técnica editorial cartonera se ha transformado en un verdadero fenómeno internacional, cuya presencia global es una de sus características más importantes y valiosas. Hoy en día, se pueden encontrar editoriales cartoneras en más de cien países y en casi todos los continentes del mundo. Hay noventa y ocho editoriales cartoneras  en América Latina, dieciocho en Europa, dos en África, tres en Estados Unidos, y una en Asia. Ahora, quiero enfatizar que es increíblemente difícil conocer el número exacto de editoriales cartoneras en el mundo por varias razones. Yo llegué a los datos que cito hoy hace más o menos seis meses cuando por última vez intenté contar todas las editoriales del mundo, identificando su año de fundación y su país de origen. Busco que ustedes me ayuden a complementar y clarificar la información que tengo y/o que requiere de corrección.

Dentro de este mundo cartonero, Chile se ha establecido como un productor distinto. Doy algunos ejemplos de por qué creo esto: 1) Según las investigaciones de la académica Ksenja Bilbija, Chile cuenta con la tercera editorial cartonera fundada en el mundo, Animita Cartonera, que se fundó en Santiago en 2005; 2) Dentro de una red internacional de editoriales no muy sólida, la familia cartonera chilena es cada vez más organizada y más movilizada—como el primer y el segundo encuentro de editoriales cartoneras en Chile pone en evidencia. Hasta donde yo sé, fuera de los dos encuentros cartoneros en Chile, solamente ha habido otro evento semejante, en Estados Unidos en 2009 y que fue organizado por académicas norteamericanas y no por las cartoneras mismas; 3) y más importante, es que cuenta con la segunda cantidad más alta de editoriales cartoneras por país en todo el mundo —sólo sobrepasado por México, país que cuenta con veintiocho.  

El rol líder que Chile ha asumido en el panorama internacional cartonero me hace preguntar: ¿Por qué? ¿Por qué esta técnica especial de producir libros ha encontrado en Chile una tierra tan fértil para su crecimiento y desarrollo? Esta ponencia intentará ofrecer algunas posibles respuestas a estas preguntas, situando las editoriales cartoneras chilenas dentro del contexto histórico contemporáneo de la industria editorial en este país, y explicando su relevancia cultural respecto a la situación política y económica del Chile post-dictatorial. Específicamente, ofreceré algunas hipótesis de cómo la experiencia particular de la dictadura militar en Chile—incluyendo las políticas culturales que impuso, los cambios en la cultura literaria que efectuó, y las consecuencias económicas de ella, que hasta hoy en día siguen vigentes—hizo que el espíritu cartonero y su práctica hayan recibido tanto entusiasmo y relevancia cultural en el Chile actual. 

Ahora, las hipótesis posibles:

1)      El IVA en Chile: En 1977, el régimen dictatorial estableció un impuesto de 20% al valor agregado a todas las ventas de libros. Hoy en día el IVA en Chile es de 19%, hecho que muchos ven como un fuerte inhibidor contra la compra de libros en Chile, causante de un público lector pequeño. El IVA al libro en Chile no es solamente el más alto de toda América Latina, es el más alto de todo el hemisferio occidental y uno de los más altos del mundo. Según las cifras más recientes del Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (entidad de la UNESCO), en 2012, el único país que tiene un IVA al libro más alto que Chile es Dinamarca cuyo IVA es de 25%. Otros países en América Latina con altos IVAs son Bolivia (13%) y Guatemala (12%). Portugal y España también cuentan con IVAs relativamente altos, 6% y 4% respectivamente. Los siguientes países no tienen un impuesto al valor agregado al libro: Argentina, Brasil, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay, Venezuela, y Estados Unidos. Estas cifras muestran claramente cómo las políticas de venta del libro en Chile no siguen las normativas de la región, y son obviamente una razón importante por la cual el deseo público por los libros baratos es muy alto en Chile. En consecuencia, la cantidad de editoriales cartoneras que responden a esta demanda por producir libros baratos es también muy alta. A la vez, el hecho de que México y Argentina no tengan IVA al libro pero sí muchas editoriales de cartón, requiere que sigamos buscando otras explicaciones del por qué esta técnica de la producción ha sido tan atractiva para tantos Chilenos. 

2)      El reciclaje de libros en cartón: Desafortunadamente, los ataques al libro por parte del régimen militar en Chile no se limitaron al IVA. Entre los años 1973 y 1983 el estado aprobó e implementó una serie de bandos militares que censuraron toda producción cultural, comunicativa y expresión pública. Aún después de la eliminación de las leyes de censura directa, el régimen siguió aterrorizando y amenazando al mundo del libro realizando allanamientos a lugares de producción de libros, a librerías, y también a casas privadas; los militares secuestraron libros encontrados en estos lugares y los quemaron en público. Estos allanamientos frecuentes y sistemáticos crearon una cultura del terror respecto al libro Chileno y la depresión de su valor social y económico. En consecuencia, fue muy común en aquel entonces reciclar el libro en materia prima. El historiador del libro chileno Bernardo Subercaseaux ha reportado que durante la dictadura muchos libros fueron “adquiridos por papeleros, para ser revendidos por kilo a las industrias manufactureras de papeles y cartones,” (209). Él describe esta situación como una “resurrección al revés, en que fenece el alma del libro para resucitar su cuerpo”. Es decir, que en Chile, la experiencia de dictadura militar creó una relación especial entre el libro y el cartón, ya que muchos libros bajo dictadura fueron destruidos y convertidos en cartón. Las editoriales cartoneras en el Chile de hoy revierten esa supuesta “resurrección al revés” (209) para re-convertir el cartón en libro y, consecuentemente, re-animarlo como un bien simbólico con valor social. Dos cartoneras chilenas hacen referencia a este contexto histórico de la relación entre cartón-y-libro a través de los nombres con que se bautizaron. Animita Cartonera, primera cartonera en Chile y tercera en el mundo, invoca el concepto de la muerte en su nombre ya que las animitas son pequeños santuarios colocados en las carreteras para recordar a personas fallecidas en accidentes automovilísticos. Pero la palabra “animita” viene de “ánima,” o “alma,” que es obviamente una referencia también a la vida, a la vida que la literatura da al cartón por convertirlo de un soporte puramente económico, a un depósito de historia, costumbres y valores culturales. La Fonola Cartonera también cita el papel social que asumió el cartón durante los años de dictadura, no con respecto al libro sino a las políticas de servicios sociales implementadas por el régimen. Bajo dictadura, la “fonola” se conocía como soporte material que el estado les dio a habitantes de poblaciones para ayudarles a reparar los techos horadados de sus casas. Este uso del cartón muestra el desprecio que tenía el régimen hacia los pobres; el reciclaje de los libros en cartón muestra de manera semejante el desprecio que también tenían los militares para los libros y la lectura. Al citar este contexto histórico en su nombre, La Fonola Cartonera señala cómo las editoriales cartoneras en Chile revierten algunos de los efectos negativos de la dictadura en este país.

3)      La producción ilegítima del libro en Chile: La censura cultural en Chile bajo dictadura, y el ataque específico del régimen al libro produjeron—sin intención e irónicamente—formas no legítimas y hasta ilegales de producir y difundir la literatura y los libros. Eso se ve principalmente en la producción de revistas literarias y libros-objetos hechos en casa y en talleres literarios clandestinos a través de todo el país. El método de autoeditar libros dependía de la tecnología que en aquel entonces se encontraba en casa y en oficinas—específicamente el mimeógrafo. Jorge Montealegre, poeta y periodista quien produjo una revista autopublicada titulada La Castaña, describe el fenómeno de autoproducción literaria como marginalizado dentro del ámbito cultural de los años de dictadura. Dice: “[Q]uisimos ser legales, pedimos autorización para circular, pero no la obtuvimos. (Es que había Dictadura amigos)” (Eloy, 68). Con esta cita, vemos que los productores de estas publicaciones autoeditadas sabían que no tenían permiso autorizado para circular sus textos hechos de manera artesanal, pero que lo hacían igual como protesta política contra un gobierno que ellos veían como aún más ilegítimo que sus propios textos.  
Presento este contexto histórico como pretexto del proyecto editorial cartonero actual en Chile, para proponer que muchas de las cartoneras chilenas siguen en este mismo espíritu rebelde, contestatario y sumamente artesanal. Me imagino que para ustedes, productores de libros hechos a mano, usualmente en casa, y con tecnología básica y accesible a la mayoría del público, las semejanzas materiales entre el método de autoeditar una revista o libro-objeto bajo dictadura, y la edición de un libro de cartón quedan claras. Además del proceso de producción material que comparten estas dos instancias en la historia editorial chilena, ambas también comparten una apreciación por la cultura ilegítima como crítica pública a un sistema injusto y antidemocrático.  La legalidad de las obras cartoneras varía entre editoriales, algunas optando por registrar sus obras bajo Creative Commons o CopyLeft, otras optando por editar y circular obras por las cuales no tienen derechos oficiales. A pesar de estas diferencias, la gran mayoría de las editoriales cartoneras chilenas no registran sus libros con el ISBN, como exigen las leyes y políticas promovidas por el estado, y hasta donde yo se, ninguna de ellas respeta la ley del IVA en sus ventas de libros. También, hasta donde yo se, sólo hay una editorial cartonera chilena registrada como sociedad anónima. Este espíritu rebelde y no conformista también protesta contra un sistema injusto y antidemocrático, pero en vez de un régimen militar, ahora es el modelo neoliberal, resultado del régimen militar, el que estructura la industria editorial en el Chile actual, y que construye el libro como un bien económico más que un bien social. No quiero decir que el neoliberalismo no domine las industrias editoriales de otros países ni que el valor social del libro no sea amenazado en otros lugares fuera de Chile. Pero como el académico Luis Cárcamo-Huechante ha señalado, la importación tan directa, tan intencional y tan sistemática del neoliberalismo en Chile por parte de la dictadura militar ha hecho que la experiencia neoliberal chilena sea distinta a la de otros países en América Latina y en el mundo. Creo que el caso especial del neoliberalismo en Chile ha generado que la crítica y la protesta que la técnica editorial cartonera produce contra este sistema anti-democrático se haya desarrollado tanto en este país y de forma tan activa y organizada.

4)      El acceso equitativo a la cultura: El estado Chileno ha hecho que la cultura en general haya sido un componente fundamental en su proceso de re-democratizar el país. El estado ha construido lo que ha llamado la “nueva institucionalización cultural” que es una red de entidades estatales y civiles, que escribe e implementa políticas y programas que tienen como propósito democratizar la cultura nacional. Si analizamos las políticas y programas de esta nueva institucionalización cultural, vemos que el acceso equitativo a la cultura, tanto a los modos de producción cultural como a los objetos materiales culturales, es una meta principal del estado en el nuevo período democrático. Las iniciativas que se han puesto en marcha para lograr esta meta no siempre han resultado como se esperaba. Con respecto al acceso equitativo a los modos de producción cultural, tenemos el ejemplo específico del FONDART, programa a través del cual muchos proyectos artísticos han sido financiados por el estado, haciendo posible la producción artística. En los últimos años el estado ha decidido que financiar los proyectos artísticos no necesariamente resulta en el mejoramiento ni diversificación del arte nacional y, en consecuencia, ha disminuido los fondos disponibles al público. Otro ejemplo complicado es que al mismo tiempo que el estado intenta hacer la cultura más accesible a todos, también aprueba políticas que apoyan la comercialización del libro y el fortalecimiento del derecho de autor. Este último ha sido una prioridad de la nueva institucionalización cultural bajo casi todas las administraciones estatales durante el nuevo período democrático.

El modelo cartonero de producir y difundir los libros responde a estos problemas y contradicciones. En primer lugar, la producción del libro en cartón es realmente accesible a todos los ciudadanos, sin tener que solicitar fondos públicos. Segundo, ya que los costos de hacer un libro de cartón son tan bajos (significativamente inferiores en comparación con la imprenta industrializada) también lo son los precios de venta, haciendo que los libros de cartón sean accesibles a un público lector muy amplio. Tercero, creo que las campañas estatales de proteger el estatus del libro como propiedad privada con uso y circulación restringidos, han contribuido a la popularidad de las editoriales cartoneras en Chile como una forma más libre de fomentar el libro y la lectura.

5)      La literatura como requisito para la redemocratización del país: Dentro de las iniciativas de la nueva institucionalización cultural en general, el libro y la lectura en específico se han destacado como requisitos fundamentales para la redemocratización del país. El estado ha argumentado que esto es porque el acto de leer hace posible otros actos requeridos por la democracia: la reflexión, el análisis, etc. Pero esto también se aplica a cualquier sociedad democrática. Creo que el libro y la lectura se destacan dentro de la estrategia de redemocratización del país en específico porque Chile siempre se ha visto, y ha sido visto, como un país de poetas. La literatura es parte importantísima de la identidad nacional de este país, que cuenta con dos premios nobeles de literatura, incluyendo el primero en toda América Latina. Los chilenos siempre han apreciado la literatura de manera muy especial y creo que esto sí tiene que ver con el desarrollo de las editoriales cartoneras en el Chile actual.

Estas son mis hipótesis. Pero ustedes, creadores de libros de cartón, saben mejor que yo por qué hacen lo que hacen. Espero aprender de ustedes durante los próximos días de éste, el segundo encuentro de editoriales cartoneras.


Jane D. Griffin
Bentley University


(Texto con el que participó en la mesa inaugural del II Encuentro de #Editorialescartoneras en Biblioteca de Santiago)



           



















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