Si bien solo once años han transcurrido desde su
invención en Argentina en 2003, la técnica editorial cartonera se ha
transformado en un verdadero fenómeno internacional, cuya presencia global es
una de sus características más importantes y valiosas. Hoy en día, se pueden
encontrar editoriales cartoneras en más de cien países y en casi todos los
continentes del mundo. Hay
noventa y ocho editoriales cartoneras en
América Latina, dieciocho en Europa, dos en África, tres en Estados Unidos, y
una en Asia. Ahora,
quiero enfatizar que es increíblemente
difícil conocer el número exacto de editoriales cartoneras en el mundo por
varias razones. Yo llegué a los datos que cito hoy hace más o menos seis meses
cuando por última vez intenté contar todas las editoriales del mundo,
identificando su año de fundación y su país de origen. Busco que ustedes me
ayuden a complementar y clarificar la información que tengo y/o que requiere de
corrección.
Dentro de este mundo cartonero, Chile se ha
establecido como un productor distinto. Doy algunos ejemplos de por qué creo
esto: 1) Según las investigaciones de la académica Ksenja Bilbija, Chile cuenta
con la tercera editorial cartonera fundada en el mundo, Animita Cartonera, que
se fundó en Santiago en 2005; 2) Dentro de una red internacional de editoriales
no muy sólida, la familia cartonera chilena es cada vez más organizada y más
movilizada—como el primer y el segundo encuentro de editoriales cartoneras en
Chile pone en evidencia. Hasta donde yo sé, fuera de los dos encuentros
cartoneros en Chile, solamente ha habido otro evento semejante, en Estados Unidos
en 2009 y que fue organizado por académicas norteamericanas y no por las cartoneras
mismas; 3) y más importante, es que cuenta con la segunda cantidad más alta de
editoriales cartoneras por país en todo el mundo —sólo sobrepasado por México,
país que cuenta con veintiocho.
El rol líder que Chile ha asumido en el panorama
internacional cartonero me hace preguntar: ¿Por qué? ¿Por qué esta técnica
especial de producir libros ha encontrado en Chile una tierra tan fértil para
su crecimiento y desarrollo? Esta ponencia intentará ofrecer algunas posibles
respuestas a estas preguntas, situando las editoriales cartoneras chilenas dentro
del contexto histórico contemporáneo de la industria editorial en este país, y
explicando su relevancia cultural respecto a la situación política y económica
del Chile post-dictatorial. Específicamente, ofreceré algunas hipótesis de cómo
la experiencia particular de la dictadura militar en Chile—incluyendo las
políticas culturales que impuso, los cambios en la cultura literaria que
efectuó, y las consecuencias económicas de ella, que hasta hoy en día siguen
vigentes—hizo que el espíritu cartonero y su práctica hayan recibido tanto
entusiasmo y relevancia cultural en el Chile actual.
Ahora, las hipótesis posibles:
1)
El
IVA en Chile: En
1977, el régimen dictatorial estableció un impuesto de 20% al valor agregado a
todas las ventas de libros. Hoy en día el IVA en Chile es de 19%, hecho que
muchos ven como un fuerte inhibidor contra la compra de libros en Chile, causante
de un público lector pequeño. El IVA al libro en Chile no es solamente el más
alto de toda América Latina, es el más alto de todo el hemisferio occidental y
uno de los más altos del mundo. Según las cifras más recientes del Centro
Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (entidad de la
UNESCO), en 2012, el único país que tiene un IVA al libro más alto que Chile es
Dinamarca cuyo IVA es de 25%. Otros países en América Latina con altos IVAs son
Bolivia (13%) y Guatemala (12%). Portugal y España también cuentan con IVAs
relativamente altos, 6% y 4% respectivamente. Los siguientes países no tienen un impuesto al valor agregado
al libro: Argentina, Brasil, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador,
Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana,
Uruguay, Venezuela, y Estados Unidos. Estas cifras muestran claramente cómo las
políticas de venta del libro en Chile no siguen las normativas de la región, y
son obviamente una razón importante por la cual el deseo público por los libros
baratos es muy alto en Chile. En consecuencia, la cantidad de editoriales
cartoneras que responden a esta demanda por producir libros baratos es también
muy alta. A la vez, el hecho de que México y Argentina no tengan IVA al libro
pero sí muchas editoriales de cartón, requiere que sigamos buscando otras
explicaciones del por qué esta técnica de la producción ha sido tan atractiva
para tantos Chilenos.
2)
El
reciclaje de libros en cartón: Desafortunadamente, los ataques al libro por parte del régimen
militar en Chile no se limitaron al IVA. Entre los años 1973 y 1983 el estado
aprobó e implementó una serie de bandos militares que censuraron toda
producción cultural, comunicativa y expresión pública. Aún después de la
eliminación de las leyes de censura directa, el régimen siguió aterrorizando y
amenazando al mundo del libro realizando allanamientos a lugares de producción
de libros, a librerías, y también a casas privadas; los militares secuestraron
libros encontrados en estos lugares y los quemaron en público. Estos allanamientos
frecuentes y sistemáticos crearon una cultura del terror respecto al libro
Chileno y la depresión de su valor social y económico. En consecuencia, fue muy
común en aquel entonces reciclar el libro en materia prima. El historiador del
libro chileno Bernardo Subercaseaux ha reportado que durante la dictadura muchos
libros fueron “adquiridos por papeleros, para ser revendidos por kilo a las
industrias manufactureras de papeles y cartones,” (209). Él describe esta
situación como una “resurrección al revés, en que fenece el alma del libro para
resucitar su cuerpo”. Es decir, que en Chile, la experiencia de dictadura
militar creó una relación especial entre el libro y el cartón, ya que muchos
libros bajo dictadura fueron destruidos y convertidos en cartón. Las editoriales
cartoneras en el Chile de hoy revierten esa supuesta “resurrección al revés”
(209) para re-convertir el cartón en libro y, consecuentemente, re-animarlo
como un bien simbólico con valor social. Dos cartoneras chilenas hacen
referencia a este contexto histórico de la relación entre cartón-y-libro a
través de los nombres con que se bautizaron. Animita Cartonera, primera
cartonera en Chile y tercera en el mundo, invoca el concepto de la muerte en su
nombre ya que las animitas son pequeños santuarios colocados en las carreteras
para recordar a personas fallecidas en accidentes automovilísticos. Pero la
palabra “animita” viene de “ánima,” o “alma,” que es obviamente una referencia
también a la vida, a la vida que la literatura da al cartón por convertirlo de
un soporte puramente económico, a un depósito de historia, costumbres y valores
culturales. La Fonola Cartonera también cita el papel social que asumió el
cartón durante los años de dictadura, no con respecto al libro sino a las
políticas de servicios sociales implementadas por el régimen. Bajo dictadura,
la “fonola” se conocía como soporte material que el estado les dio a habitantes
de poblaciones para ayudarles a reparar los techos horadados de sus casas. Este
uso del cartón muestra el desprecio que tenía el régimen hacia los pobres; el
reciclaje de los libros en cartón muestra de manera semejante el desprecio que
también tenían los militares para los libros y la lectura. Al citar este contexto
histórico en su nombre, La Fonola Cartonera señala cómo las editoriales
cartoneras en Chile revierten algunos de los efectos negativos de la dictadura
en este país.
3)
La
producción ilegítima del libro en Chile: La censura cultural en Chile bajo dictadura, y el
ataque específico del régimen al libro produjeron—sin intención e irónicamente—formas
no legítimas y hasta ilegales de producir y difundir la literatura y los libros.
Eso se ve principalmente en la producción de revistas literarias y libros-objetos
hechos en casa y en talleres literarios clandestinos a través de todo el país.
El método de autoeditar libros dependía de la tecnología que en aquel entonces
se encontraba en casa y en oficinas—específicamente el mimeógrafo. Jorge
Montealegre, poeta y periodista quien produjo una revista autopublicada
titulada La Castaña, describe el
fenómeno de autoproducción literaria como marginalizado dentro del ámbito
cultural de los años de dictadura. Dice: “[Q]uisimos ser legales, pedimos
autorización para circular, pero no la obtuvimos. (Es que había Dictadura
amigos)” (Eloy, 68). Con esta cita, vemos que los productores de estas
publicaciones autoeditadas sabían que no tenían permiso autorizado para
circular sus textos hechos de manera artesanal, pero que lo hacían igual como
protesta política contra un gobierno que ellos veían como aún más ilegítimo que sus propios textos.
Presento
este contexto histórico como pretexto del proyecto editorial cartonero actual
en Chile, para proponer que muchas de las cartoneras chilenas siguen en este
mismo espíritu rebelde, contestatario y sumamente artesanal. Me imagino que para
ustedes, productores de libros hechos a mano, usualmente en casa, y con
tecnología básica y accesible a la mayoría del público, las semejanzas
materiales entre el método de autoeditar una revista o libro-objeto bajo
dictadura, y la edición de un libro de cartón quedan claras. Además del proceso
de producción material que comparten estas dos instancias en la historia
editorial chilena, ambas también comparten una apreciación por la cultura
ilegítima como crítica pública a un sistema injusto y antidemocrático. La legalidad de las obras cartoneras varía
entre editoriales, algunas optando por registrar sus obras bajo Creative Commons o CopyLeft, otras optando por editar y circular obras por las cuales
no tienen derechos oficiales. A pesar de estas diferencias, la gran mayoría de las
editoriales cartoneras chilenas no registran sus libros con el ISBN, como exigen
las leyes y políticas promovidas por el estado, y hasta donde yo se, ninguna de
ellas respeta la ley del IVA en sus ventas de libros. También, hasta donde yo
se, sólo hay una editorial cartonera chilena registrada como sociedad anónima. Este
espíritu rebelde y no conformista también protesta contra un sistema injusto y
antidemocrático, pero en vez de un régimen militar, ahora es el modelo
neoliberal, resultado del régimen militar, el que estructura la industria
editorial en el Chile actual, y que construye el libro como un bien económico
más que un bien social. No quiero decir que el neoliberalismo no domine las
industrias editoriales de otros países ni que el valor social del libro no sea
amenazado en otros lugares fuera de Chile. Pero como el académico Luis
Cárcamo-Huechante ha señalado, la importación tan directa, tan intencional y
tan sistemática del neoliberalismo en Chile por parte de la dictadura militar
ha hecho que la experiencia neoliberal chilena sea distinta a la de otros
países en América Latina y en el mundo. Creo que el caso especial del
neoliberalismo en Chile ha generado que la crítica y la protesta que la técnica
editorial cartonera produce contra este sistema anti-democrático se haya
desarrollado tanto en este país y de forma tan activa y organizada.
4)
El
acceso equitativo a la cultura: El estado Chileno ha hecho que la cultura en general haya sido un componente
fundamental en su proceso de re-democratizar el país. El estado ha construido
lo que ha llamado la “nueva institucionalización cultural” que es una red de
entidades estatales y civiles, que escribe e implementa políticas y programas
que tienen como propósito democratizar la cultura nacional. Si analizamos las
políticas y programas de esta nueva institucionalización cultural, vemos que el
acceso equitativo a la cultura, tanto a los modos de producción cultural como a
los objetos materiales culturales, es una meta principal del estado en el nuevo
período democrático. Las iniciativas que se han puesto en marcha para lograr
esta meta no siempre han resultado como se esperaba. Con respecto al acceso equitativo
a los modos de producción cultural, tenemos el ejemplo específico del FONDART,
programa a través del cual muchos proyectos artísticos han sido financiados por
el estado, haciendo posible la producción artística. En los últimos años el
estado ha decidido que financiar los proyectos artísticos no necesariamente
resulta en el mejoramiento ni diversificación del arte nacional y, en
consecuencia, ha disminuido los fondos disponibles al público. Otro ejemplo
complicado es que al mismo tiempo que el estado intenta hacer la cultura más
accesible a todos, también aprueba políticas que apoyan la comercialización del
libro y el fortalecimiento del derecho de autor. Este último ha sido una
prioridad de la nueva institucionalización cultural bajo casi todas las
administraciones estatales durante el nuevo período democrático.
El modelo
cartonero de producir y difundir los libros responde a estos problemas y contradicciones.
En primer lugar, la producción del libro en cartón es realmente accesible a
todos los ciudadanos, sin tener que solicitar fondos públicos. Segundo, ya que
los costos de hacer un libro de cartón son tan bajos (significativamente inferiores
en comparación con la imprenta industrializada) también lo son los precios de
venta, haciendo que los libros de cartón sean accesibles a un público lector
muy amplio. Tercero, creo que las campañas estatales de proteger el estatus del
libro como propiedad privada con uso y circulación restringidos, han
contribuido a la popularidad de las editoriales cartoneras en Chile como una forma
más libre de fomentar el libro y la lectura.
5)
La
literatura como requisito para la redemocratización del país: Dentro de las iniciativas de la nueva
institucionalización cultural en general, el libro y la lectura en específico
se han destacado como requisitos fundamentales para la redemocratización del
país. El estado ha argumentado que esto es porque el acto de leer hace posible
otros actos requeridos por la democracia: la reflexión, el análisis, etc. Pero
esto también se aplica a cualquier sociedad democrática. Creo que el libro y la
lectura se destacan dentro de la estrategia de redemocratización del país en
específico porque Chile siempre se ha visto, y ha sido visto, como un país de
poetas. La literatura es parte importantísima de la identidad nacional de este
país, que cuenta con dos premios nobeles de literatura, incluyendo el primero
en toda América Latina. Los chilenos siempre han apreciado la literatura de
manera muy especial y creo que esto sí tiene que ver con el desarrollo de las
editoriales cartoneras en el Chile actual.
Estas son
mis hipótesis. Pero ustedes, creadores de libros de cartón, saben mejor que yo
por qué hacen lo que hacen. Espero aprender de ustedes durante los próximos días
de éste, el segundo encuentro de editoriales cartoneras.
Jane D. Griffin
Bentley University
(Texto con el que participó en la mesa inaugural del II Encuentro de #Editorialescartoneras en Biblioteca de Santiago)
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